10 juny, 2021 / Tribuna Europea/ Teresa Carreras

No son buenos tiempos para Marruecos. Una serie de meteduras de pata cometidas por el reino alauita lo han puesto en evidencia en el tablero internacional.

Marruecos está librando un pulso diplomático contra España y contra la Unión Europea (UE) a la vez que amenaza con cortar su cooperación con las instituciones europeas. Por su parte, la Eurocámara rechaza en una resolución "el uso por parte de Marruecos del control de fronteras y migración, especialmente de menores no acompañados".

Nuestro vecino del Sur es así de complejo. Sin embargo, a nivel bilateral y en el marco de la UE, España tiene muchísimos más medios de presión que Marruecos sobre España

Si hay que buscar el inicio de esta crisis la situaría el 10 de diciembre del pasado año cuando el anterior presidente de EE UU, Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental (SO). Reconocimiento que el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, ha atenuado ligeramente pero no ha revertido.

El objetivo de Marruecos es que ni España ni la Unión Europea sigan los pasos de Trump. Y que modifiquen su postura para apoyar el Plan de Autonomía que ofreció Marruecos para el Sáhara en 2007. Un plan que ofrece una autonomía al SO muy, muy limitada. Marruecos quiere que el conjunto de la UE se aproxime también a esta posición pero no lo está logrando. La presidenta de la Comisión Europea se mantiene en encontrar "soluciones mutuamente aceptables", cosa que Rabat rechaza.

El reconocimiento americano tuvo una primera derivada en Europa cuando Alemania criticó la decisión estadounidense y suspendieron relaciones diplomáticas argumentando malos entendidos.

Marruecos ha tenido muchos gestos con España que mostraron un cierto grado de hostilidad. Hay una larga lista de ejemplos: el pasado enero Marruecos modificó sus aguas territoriales creando una zona de exclusión económica que interfiere directamente con la de Canarias; también la visita del líder de Frente Polisario, Brahim Ghali, a un hospital de Logroño ha puesto furiosos a los marroquíes, pero esto es sólo una excusa para ahondar más en la crisis y subirla más de tono; y posteriormente la llegada a nado, el mes pasado, de unos 8.000 emigrantes a Ceuta sin que los interceptara la policía del país vecino.

Dentro de esta cadena de desaciertos, unos comunicados recientes del Gobierno del reino alauita comparan las aspiraciones de un territorio en descolonización, el SO, con los de una Comunidad Autónoma (CC AA) en el territorio español reconocido por todos, otro error de envergadura, y la última que hemos conocido es eliminar a los puertos españoles de la operación del Paso del Estrecho, en verano.

Nuestro vecino del Sur es así de complejo y si esta relación no es más complicada es porque las autoridades españolas y francesas son más condescendientes muchas veces ante las exigencias marroquíes. Sin embargo, a nivel bilateral y en el marco de la UE, España tiene muchísimos más medios de presión que Marruecos sobre España. En cambio, en Marruecos quien toma las grandes decisiones es un círculo reducidísimo de personas que acompañan al jefe del Estado y no tienen que dar cuentas a nadie. Las decisiones son impuestas al gobierno de Marruecos, que es una mera correa de transmisión. El poder ejecutivo en Marruecos está en manos del jefe del estado y no del Gobierno.

"A nosotros", dice a 'El Siglo' la activista saharaui Sultana Jaya, que lleva 203 días asediada por la policía, en su ciudad natal, Bojador, en los Territorios Ocupados, donde sufre ataques, torturas y acoso sexual, "nos parece que las instituciones europeas ven el tema saharaui de una manera pragmática. Prestan servicios a Marruecos en el SO pero no se preocupan por el tema de los derechos humanos. Confiamos en que la UE, de la mano de España, intervenga para que se respeten en el territorio".